viernes, 26 de noviembre de 2010

Mundo Imaginal en Corbin -8-

MUNDO IMAGINARIO Y MUNDO IMAGINAL (g)
Henry Corbin 
Publicado en la revista Axis Mundi, nº 4. Trad. de Agustín López

 El relato de la Isla Verde nos ofrece un amplio abanico de símbolos: 1. La Isla Verde es una de las islas de los hijos del XII Imam. 2. Es esa la Isla en donde mana la Fuente de la Vida, a la sombra del Árbol del Paraíso, que asegura el medio de subsistencia de los adeptos del Imam que vive en la distancia, y que no puede ser más que un alimento "suprasubstancial". 3. Está situada al oeste, como la ciudad de Jâbarsâ está situada también al oeste del mundus imaginalis, y ahí encontramos una analogía extraña con el paraíso de occidente, el paraíso de Amitâbha, en el Budismo de la Tierra Pura; del mismo modo, el personaje del XII Imam no deja de sugerir un paralelismo con Maitreya, el Buda futuro; una analogía también con Tir-nan-Og, uno de los mundos del Más allá entre los celtas, el país del oeste y de la juventud eterna. 4. Como el dominio del Graal, es un intermundo que se basta a sí mismo. 5. Está preservada e inmunizada contra todo ataque del exterior. 6. Nadie, salvo aquel que es llamado, puede encontrar el camino que lleva hasta ella. 7. Una montaña se levanta en el centro; ya hemos puesto de relieve los símbolos que encierra. 8. Como Montsalvat, la Isla Verde inviolable es el lugar en que los fieles se acercan al polo místico del mundo, el Imam oculto, que reina invisible sobre este tiempo y es el núcleo de la fe shiíta. 

Este relato es completado por otros, pues, como hemos señalado, nada se nos ha dicho hasta aquí respecto a las islas en las que reinan estos personajes verdaderamente extraordinarios que son los cinco hijos del Imam oculto (homólogos a los que el shiísmo designa como los "Cinco personajes del manto" (7) y quizás también a aquellos que el maniqueísmo designa como los "Cinco hijos del Espíritu viviente"). Un relato anterior (8) (es de mediados del siglo XII y el narrador es un cristiano) nos proporciona las indicaciones topográficas complementarias. También ahí se nos habla de unos viajeros que de repente se percatan de que su barco ha entrado en una zona totalmente desconocida. Llegan a una primera isla, al-Mobâraka, la Ciudad bendita. Ciertas dificultades surgidas de la presencia entre ellos de musulmanes sunnitas les obligan a ir más lejos. Pero su piloto se niega; ante la región desconocida, siente miedo. Deben contratar una nueva tripulación. Sucesivamente nos enteramos de los nombres de las cinco islas y de aquellos que las gobiernan: al-Zâhera, la ciudad que tiene el esplendor de las flores; al-Râyeqa, la Ciudad límpida; al-Sâfiya, la Ciudad serena, etc. Quien penetra en ellas entra para siempre en la alegría. Cinco islas, cinco ciudades, cinco hijos del Imam, doce meses para atravesar las islas (dos meses para cada una de las cuatro primeras, cuatro meses para la quinta): otras tantas cifras con sentido simbólico. También aquí el texto se orienta hacia el relato iniciático; todos los viajeros acabarán por abrazar la fe shiíta. 

Y puesto que no hay regla sin excepción, cito, para terminar y condensándolo en algunas líneas, un relato que ilustra un caso de manifestación del Imam en persona (9). Es un texto del siglo X. Un iranio de Hamadân se dirige en peregrinación a La Meca (a más de dos mil kilómetros de distancia); habiéndose apartado imprudentemente del camino durante la noche, pierde a sus compañeros. Helo ahí por la mañana, errante y sólo en el desierto, confiándose a Dios. De repente, un jardín del que ni él ni nadie han oído hablar jamás se ofrece a su visión. Se adentra en él; en la puerta de un pabellón, dos jóvenes pajes vestidos de blanco le esperan y le llevan junto a un adolescente de belleza sobrenatural. En su estupor, temeroso y maravillado, se entera de que se encuentra ante el XII lmam. Éste le informa de su aparecer futuro, y finalmente, llamándole por su nombre, le pregunta si desea volver a encontrar su casa y su familia. Así es, ciertamente. El Imam hace una seña a uno de sus pajes; éste entrega una bolsa al viajero, le toma de la mano y le gula a través de los jardines. Ambos caminan juntos hasta el momento en que el viajero se encuentra delante de unas casas, una mezquita y unas enramadas que le resultan familiares. El paje, sonriendo, pregunta: "¿Conoces este país? -Al lado de mi casa, en Hamadâm -responde-, hay un lugar llamado Asadâbâd que se parece muchísimo a éste". Y el paje le responde: "Precisamente, estás en Asadâbâd". El viajero, boquiabierto, se da cuenta de que está, en efecto, en las proximidades de su casa. Se vuelve; no hay ningún paje, está solo, y sin embargo tiene todavía en su mano el viático que le ha sido entregado. ¿No decíamos hace un momento que el dónde, el ubi, del "octavo clima" es un ubique? (10)

NOTAS

6. Ibid., pp. 361-362.
7. Ibid., p. 373.
8. Ibid., § 3, pp. 367 ss.
9. Ibid., § 4, pp. 374 ss.
10. Véase la primera parte de este trabajo, Axis Mundi 4, pp. 47 ss

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